Tus ojos dos luciérnagas que acechan en la oscuridad, haciendo de mis mejillas un volcán incandescente;
Tu boca sedienta del dulce néctar que despiden mis palabras al pronunciar tu nombre;
Tus dientes queriendo desgarras el manto de soledad en el que me hayo envuelta;
Tus manos, tus benditas manos que tratan de unir pedazos de un corazón roto;
Tu ser, la perfecta armonía de tu cuerpo y tu piel, decoran el amargo mundo en el que yo misma decidí vivir;
No te ausentes, me perdería en una selvática metrópolis en donde me cuesta andar y arrancarías del interior de mi ser lágrimas de sangre que empañarían el hermoso reflejo de tus ojos en los míos, el delicado roce de tus labios encienden el fuego que guardo en mi interior, e ilumina los más oscuros rincones de mi cuerpo y, puedo ver, como danzan las estrellas la melodía más romántica que mis ignorantes oídos hayan escuchado jamás.
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